El Método Lengua Habilidad ® nace basado en dos ideas principales a partir de las que se desarrolla el resto: dar seguridad al alumno para que sea autónomo y aprender a partir de la emoción.
A partir de estas dos ideas básicas surgen una serie de principios que a continuación enumeramos y que sustentan nuestras actividades y materiales, nuestra forma de enseñar y el ambiente de nuestra escuela.
Nos basamos en las emociones de los estudiantes para potenciar la seguridad y el aprendizaje autónomo y significativo.
Creemos que aprender partir de la emoción es mejor que hacerlo a partir de cuestiones descontextualizadas que aparecen en un libro de texto. Sólo creando un buen ambiente en clase, buscando la expectación, la sorpresa o la risa, seremos capaces de activar la emoción que lleva a que el aprendizaje sea significativo, que los contenidos no se olviden y que los alumnos tengan seguridad en el uso de la lengua.
La adquisición de contenidos en estos contextos tradicionales sólo es posible con un esfuerzo sobrehumano, basado en la memorización y en la única respuesta correcta (la que aparece en el libro del profesor que es quien tiene todas las soluciones).
Nosotros proponemos un aprendizaje relajado, un contexto en el que el alumno tenga ganas de participar y lo haga con ganas, hablando de lo que sabe, de lo que piensa, pues no olvidemos que muchas veces la dificultad en la comunicación radica en que no sabemos qué decir, aunque sí sepamos cómo hacerlo.
Valoramos la experiencia personal previa de cada estudiante
No compartimos los modelos para la enseñanza de idiomas en los que se considera que el alumno es un saco vacío que hay que llenar. Nosotros nos basamos en los conocimientos y en las experiencias previas de los estudiantes. A nuestra escuela vienen estudiantes de todo el mundo con trayectorias vitales tremendamente valiosas e interesantes, que no podemos soslayar ni desaprovechar. El mismo planteamiento tenemos con nuestros estudiantes de infantil y de primaria, que sienten sus breves experiencias propias muy intensamente y están deseando comunicarlas.
Tenemos muy en cuenta las peculiaridades, expectativas e intereses de cada estudiante, pues su motivación, su autoestima, su personalidad, sus valores, la apertura a la adquisición de nuevas culturas y la motivación previa condicionan su proceso de aprendizaje personal
Es lo que se denomina competencia existencial y está íntimamente ligada a la capacidad de aprender.
– Para ello trabajamos con grupos reducidos, pues sabemos que hay alumnos a quienes les encanta hablar de sí mismos y de sus experiencias y a otros en cambio, les resulta complicado. No aprende de la misma forma un alumno optimista que otro pesimista, uno vergonzoso o perezoso que otro tenaz y seguro de sí mismo.
– Estamos especialmente atentos en los momentos en los que los estudiantes disminuyen o pierden el interés por el aprendizaje de la lengua. En estos casos, suele estar implicada la competencia existencial, por lo que nos fijamos en algún aspecto de la personalidad del estudiante que lo haga sentir confortable para usarlo en clase. Puede ser un personaje, una canción, una actividad con la que disfrute y se sienta cómodo.
– Hemos comprobado que una motivación esencial para el aprendizaje es la posibilidad que ofrecemos a los estudiantes para hablar de sí mismos. En el caso de estudiantes especialmente tímidos cambiamos el foco de atención y les pedimos que hablen de otra persona, o que mientan. Poco a poco, entienden que reflexionar sobre quiénes son y dar su punto de vista sobre determinados aspectos, puede ayudar a comprender la lengua, pues si somos capaces de conocernos, seremos capaces de saber cuáles son nuestras fortalezas y usarlas para adquirir la lengua.
Diseñamos materiales polivalentes y propicios para usarse con distintos niveles dentro de una misma clase
…pues el nivel de lengua de cada estudiante depende de muchos factores y varía en cada faceta de la lengua.
– Un estudiante acostumbrado a ver la tele en el idioma que aprende, tendrá mucho nivel en compresión oral, pero puede que poco o nada en expresión escrita. Igual que uno que ha estudiado de manera meramente académica con ejercicios gramaticales y algo de léxico, dispondrá de un alto nivel en las destrezas escritas pero poco en las orales.
– Imaginemos a un estudiante que ha veraneado año tras año en España con su familia, ha recorrido nuestro país de norte a sur y se ha empapado de nuestra cultura, pero siempre se ha comunicado en su lengua. Su nivel de competencia cultural será similar al de un nativo, incluso superior en muchos casos, pero probablemente su nivel en competencia gramatical sea muy bajo.
– Pensemos en un estudiante con facilidad para la imitación o en otro que tiene mucho interés por la lectura. Para el primero las competencias relacionadas con la oralidad serán un punto fuerte, mientras que el segundo tendrá más facilidad con las destrezas escritas y la competencia léxica, por ejemplo.
– Ahora imaginemos un joven que sólo ha aprendido la lengua extranjera dentro del sistema educativo español, con un método que prima la adquisición de destrezas escritas. En este caso, centramos nuestros esfuerzos en la adquisición de las destrezas orales.
Sistematizamos, en lo posible, el aprendizaje del léxico.
Cuando una persona se enfrenta al aprendizaje de léxico nuevo, aprende como máximo 16 términos al día. Si creamos un corpus de términos que el estudiante tiene que aprender sin tener en cuenta los que conoce previamente, la eficacia del aprendizaje puede disminuir. Por ello, programamos ejercicios previos para saber qué términos conocen nuestros estudiantes y con ello activar la parcela del conocimiento en la que queremos incluir términos nuevos.
En una lengua, los signos lingüísticos tienen tres facetas. Por un lado el significante o forma, por otro el significado o concepto al que alude y por último el referente o representación real del elemento. De esos tres componentes, por lo general, el aprendiz conoce el significado y el referente, pues normalmente los conceptos léxicos no difieren de una lengua a otra, es decir, una mesa es una mesa y sirve para lo mismo en todas las culturas. Lo único que varía es el significante, que en español está constituido por /m-e-s- a/ y en inglés por /t-a-b-l-e/ por ejemplo. Dado que el aprendiz conoce el significado y el referente, activaremos esta relación (a partir de imágenes, definiciones, conceptos, etc.) para que, partiendo de lo que conoce, pueda aprender el nuevo significante.
Una imagen del fundamento de nuestro método podemos verla en cómo los niños piden a sus padres que les narren o que les lean el mismo cuento, noche tras noche. De esa forma pueden ellos anticipar el contenido de la historia, pues son capaces hasta de repetir párrafos de memoria. Este conocimiento adquirido proporciona seguridad a los niños, pues pierden el miedo a que pueda aparecer un personaje que les asuste y escuchan con placer. Con ello, pueden centrarse en otros aspectos, como por ejemplo su relación con la persona que les lee o los dibujos de la historia. En nuestras clases, utilizamos cuentos, narraciones y leyendas tradicionales. Si nuestros estudiantes conocen de antemano estas historias, ganan en confianza y en seguridad, y pueden centrarse en otros elementos como las palabras y las estructuras, o el propio disfrute por la lectura o por la entonación.
No somos sólo profesionales de la lengua, sino también de su didáctica.
Pensemos en si para ser profesor en una lengua, basta con que sea ésta nuestra lengua materna. Los hablantes utilizamos nuestra lengua para desenvolvernos en nuestra vida cotidiana, pero necesitamos una preparación especial para determinados usos: defender a una persona en un juicio, escribir una tesis sobre física o diseñar un plan de evacuación. En el caso del profesor, no importa tanto el conocer desde su nacimiento la lengua, como el estar formado y haber reflexionado (como lo hacen el abogado, el físico o el ingeniero en sus materias) sobre la enseñanza del idioma. ¿Puede un hablante español normal explicar de forma clara a un estudiante cuándo, cómo y por qué usar “soy casado” o “estoy casado”? Probablemente, no. La capacidad para conseguir que el estudiante sea capaz de entender y comunicarse en un idioma diferente al suyo, depende en gran medida no tanto de la condición de nativo del profesor como de su formación especialmente orientada a la enseñanza de una lengua, la que sea, como lengua extranjera. A su condición de hablante, se superponen en nuestros profesores otros dos puntos de vista. En primer lugar, el del estudio de la gramática, que permite conocer lo que podríamos llamar el entramado de la lengua. El segundo es el de la didáctica, que permite transmitir, por medio de la emoción, el alma de la lengua que queremos enseñar.
Entendemos que el aprendizaje de una lengua conlleva en los estudiantes un cambio en su visión del mundo.
Defendemos la postura de que los límites de nuestro método exceden la enseñanza de una gramática y de un vocabulario, pues el aprendizaje de un idioma redefine los papeles de los sexos, promueve la apertura a ideas diferentes y permite interpretar la realidad a través de la nueva cultura. El conocimiento de una nueva lengua redunda en el abandono de actitudes etnocéntricas y en la relativización de los valores, creencias y comportamientos propios. Su aprendizaje permite a los estudiantes adquirir valores culturales y éticos y emprender nuevas formas de acción social debido a su papel esencial en la construcción de la realidad.